Porto Alegre, legal para caralho nen¡¡

En vista de las exigencias de ciertos elementos que dicen que tienen que leer algo en el curro, retomo el blog, que lo tenía algo abandonado, no por falta de ganas, sino porque después de 9 horas delante de una pantallita si tengo que ponerme delante de otro computador, lo tiro por la ventana de mi recién estrenado séptimo piso.

Bueno, empezando por el principio, y para que os hagais una composición de lugar, ahí nos teneis a los dos gaúchos, el menda mirada al frente, melena al viento, tomando posesión de sus nuevos territorios, y Maria, pues también, pero sin ser tan fantasma. El charquito ese que veis es la desembocadura de uno de los cinco ríos que se juntan en Porto Alegre, el más pequeño de los cuales es ligeramente más grande que el Piles (se ve claramente no?). La verdad es que la Lagoa dos Patos tiene 300 km de largo por 80 de ancho y si te bañas ahí, paraiso de los yonkis de los Incoterms, te tienes que meter de cabeza en la lavadora.



Aquí, mi oficina y algunos de los becarios que por allí pululan, y las vistas del parque de la Redençâo, desde mi casa.

El parque este mola un huevo, si bien por la noche la fauna local se adueña de él y se vuelve un sitio bastante chungo donde las mafias del lugar quedan de vez en cuando para pegarse unos tirillos de forma amistosa. En general, la ciudad es muy segura, pero por la noche la cosa cambia y hay que tener bastante ojo. Lo de pasear con nocturnidad en plan bohemio, intelectual o simplemente borracho no se lleva aquí, a no ser que pagues a un taxista (que aquí están como cabras) para que te dé vueltas por la ciudad mientras tomas chimarrâo, tambien llamado mate, bebida muy popular por aquí que aún no he probado, pero a la que me aficionaré al igual que al Guaraná, que es como el Red Bull pero suena más chulo.

Nada más por hoy, que estoy doblao de un fin de semana bastante ocupado que consistió basicamente en salir de fiesta y hacer el canelo.

Sean buenos.